EstudiosVisuales


Los estudios visuales: por una epistemología política de la visualidad.
José Luis Brea

“Las preferencias estéticas pasan a ser políticas cuando se violan los límites convencionales que distinguen el arte del no-arte”.
Keith Moxey.[1]

“El mundo-imagen es la superficie de la globalización. Es nuestro mundo compartido. Empobrecida, oscura, superficial, esta imagen-superficie es toda nuestra experiencia compartida. No compartimos el mundo del otro modo. El objetivo no es alcanzar lo que está bajo la superficie de imagen: sino ampliarla, enriquecerla, darle definición, tiempo. En este punto emerge una nueva cultura”.
Susan Buck-Morss.[2]

Comenzaré por establecer una comparativa que, llevando un punto más allá una reflexión bien conocida de Mieke Bal[3], creo que puede resultar enormemente significativa. Se trata de extrapolar la relación en que se encuentra un campo de prácticas sociales de naturaleza en última instancia cultural (en el ejemplo que tomo de Bal sería la práctica de una religión, un ejemplo que por otras razones no deja de tener una casi más candorosa que candente actualidad en el debate político sobre la educación en nuestro país) con su adscripción en el edificio de los saberes a una disciplina dogmática (en el ejemplo de Bal ésta era, obviamente, la Teología) y la emergencia final de un nuevo campo disciplinar aspirante a su estudio bajo una perspectiva crítica y, digámoslo así, “desmantelada” (de nuevo en el ejemplo de Bal, los “estudios de religión”). Quizás incluso sería más preciso describirlos como “estudios (culturales) sobre religión” -nada que ver por tanto con la no menos tendenciosa asignatura de historia de las religiones que se plantea como alternativa presuntamente “aconfesional” a la educación dogmática en una fe determinada-, para acentuar que se trata no tanto de actuar cognitivamente desde dentro de las presuposiciones y creencias a que ellos se refieren, sino más bien de analizar cómo ellas –esas presuposiciones y creencias- efectivamente se constituyen en hechos socialmente relevantes, y hasta a veces en su ámbito en dominantes o hegemónicos.
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Estética, Historia del Arte, Estudios Visuales
José Luis Brea
La irrupción de los Estudios Visuales a comienzo de la presente década supuso una auténtica convulsión para el inmovilismo tradicional del escenario académico relacionado con el estudio crítico de las prácticas artísticas y culturales sostenidas en la circulación de imágenes en el mundo contemporáneo.
Mientras que en el campo de las producciones artísticas esas convulsiones son habituales (e incluso bienvenidas), lo cierto es que para el ámbito de la reflexión teórica (el ámbito de la Estética entendida básicamente como Teoría del Arte) e histórica (la Historia del Arte) la irrupción resultó un tanto incómoda e intempestiva. En el momento de su aparición, el ámbito académico parecía apoltronado en un panorama de modelos, escuelas y referentes maestros muy estabilizado, y en cierta forma ajeno a la propia dinamicidad de los objetos de que debían ocuparse.
Como si no fueran con él los dramas fabulosos que vive la imagen en nuestros días -con el crucial asentamiento de su forma electrónica-, las transformaciones candentes que afectan al campo de las prácticas culturales en el contexto de la globalización contemporánea, ni aún el impacto que sobre el campo cultural está produciendo la economía característica del capitalismo del conocimiento, el mundo universitario y académico relacionado con el estudio de lo artístico se mantenía perezosamente abandonado en los laureles de sus paradigmas escolásticos más recurridos y asentados.
Como un jarro de agua fría cayó sobre ese panorama la aparición de un ámbito de preocupaciones críticas que simultáneamente cuestionaba el “campo” -el objeto propio del que habían de ocuparse las diversas “ciencias del arte”- y a la vez la circunscripción disciplinar, el “método”, los procedimientos mediante los que su discurso podía aspirar a ser socialmente reconocido como discurso bien construido de saber, poseedor de un valor de verdad epistemológicamente bien establecido.